Entre junio y noviembre del 2023, tuve el placer de participar en el diplomado Habitar la lengua: traducir, interpretar, corregir, comunicar y vivir con empatía de género y con foco en la diversidad, organizado por Sylvia Falchuk y la Asociación Internacional de Profesionales de la Traducción y la Interpretación (IAPTI).
La modalidad de cursada fue en línea, una vez por semana (sábados) y con una carga horaria sincrónica de 52 horas. La primera edición de este diplomado constó de 16 seminarios a cargo de un equipo internacional de 20 profesionales, y para el 2024 habrá más seminarios (casi 25), un mayor plantel docente (más de 30) y casi el doble de carga horaria. La cantidad de asistentes varió según el seminario, dado que podíamos elegir a cuáles inscribirnos y si cursar sincrónica o asincrónicamente, pero en promedio rondó cerca de 30 participantes hispanohablantes de todo el mundo: Argentina, Chile, Canadá, EE.UU., España, México, Panamá, Reino Unido y Uruguay.
Antes de encontrarme con esta espectacular propuesta de capacitación, venía buscando sin éxito un programa que combinara mis intereses y ejes de especialización (traducción, feminismo interseccional y derechos), que me proveyera de herramientas, que me hiciera reflexionar y que me conectara con personas en la misma búsqueda y de las cuales enriquecerme. Por momentos me pregunté si estaba siendo demasiado ambiciosa, hasta que me crucé con una publicación de Sylvia que parecía haberme leído la mente.
Cada uno de los seminarios se propone problematizar y visibilizar una arista distinta de la intersección del lenguaje y la diversidad de sus hablantes, por decirlo en un sentido amplio. Me sorprendió palpar la profundidad infinita que habilita este tipo de conversaciones. Aprendí sobre conceptos que les pusieron palabras, estructura y un mayor alcance a mis ideas previas, como el de glotopolítica, que exploramos con Ernesto Cuba; la ecología de saberes, explicada por Natalia Prunes; la sorolingüística, puesta en práctica por Mariana Favila Alcalá; la neocolonización, desmenuzada por Susana Rodríguez Barcia, y la accesibilidad lingüística, llevada a la realidad por María Gabriela Ortiz y María Laura Ramos.
Dada mi previa sed insatisfecha de un espacio como este, mis expectativas sobre esta propuesta pedagógica eran muy altas y, tras haber cursado los 16 seminarios disponibles, puedo compartir que no solo se vieron satisfechas, sino que se superaron: analizamos microscópicamente muchos de los recovecos hacia donde pueden virar este tipo de conversaciones. Dialogamos y aprendimos en detalle sobre todas las implicancias, los factores y las particularidades que pueden darse al hablar de traducción, género y diversidad. La apertura de mi paradigma mental fue instantánea, dado que durante la cursada incorporé muchos saberes tanto del equipo docente como de las reflexiones de mis compañeras. Sin embargo, todavía queda mucho jugo por exprimir: el material de referencia es muy generoso y tengo mucha bibliografía para seguir indagando y profundizando en una segunda etapa, poscursada.
Todos estos marcos de referencia incorporados favorecen mi trabajo actual como gestora de proyectos y traductora en Tradoctas. Si hay algo que destaca a nuestro equipo y quienes colaboran con nosotras a diario es la atención al detalle y el análisis completo y plural detrás de cada decisión que se toma. Ahora, nuestra caja de herramientas y nuestras redes se agrandaron. Incorporamos unos lentes más nítidos para identificar oportunidades en las que, mediante la poderosa herramienta de la palabra, podemos hacer la diferencia al visibilizar, problematizar y poner de relieve cuestiones que, de otra manera, seguirían estando marginalizadas.
Finalmente, quiero agradecer a Sylvia Falchuk, la IAPTI, el plantel docente de este programa y el maravilloso y activo grupo de compañeras que acompañaron esta enriquecedora experiencia.
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